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Sobre Hábitos Adictivos

Lo primero que quiero expresar sobre adicciones es que estas constituyen todo nuestro sistema de hábitos. Construimos hojas de rutas por las que transitamos todos los días como por una carretera de pensamientos que imaginan, sienten, proyectan, las mismas cosas junto con las mismas sensaciones cotidianas de las que no podemos escapar porque no sabemos cómo detener esta caravana interminable de imágenes.

El vacío existencial al que nos asomamos desde lo más profundo del pensamiento, el enorme enigma de qué somos en realidad, nos deja bastante estupefactos – estupefacientes. Estupor: según Google en medicina: Estado de inconsciencia parcial caracterizado por una disminución de la actividad de las funciones mentales y físicas y de la capacidad de respuesta a los estímulos.

¿Qué paso en nuestras vidas o en nuestro sistema familiar que nos dejó a todos estupefactos?

Haber perdido la inocencia, haber vivido el estupor, ¿cómo poder recuperarnos?  Un antes y un después.

Delante del dolor existencial inexplicable que conlleva haber perdido el sentido de la propia vida, la inocencia, la alegría, la tranquilidad, nos llevará seguramente a mecanismos de evasión que mantengan ese estado de estupor para evitar hacer contacto con ese sin sentido doloroso. Obligadamente quedaran sucedáneos para sentir un poco de felicidad. Evitar atravesar el dolor es muy contraproducente.

Cuando reconocemos estos hábitos en nosotros, recorriendo la construcción del cotidiano, de nuestros vínculos, de nuestros más ansiados sueños, estaremos parados frente a algo mucho más grande. Frente al océano transgeneracional de sueños de aquellos que nos precedieron, de aquellos otros del árbol, nos guste o no. Somos un encadenado de memorias, de emociones y sueños que viajaron por la sangre desde el momento de la concepción.

Lo que quedó irresuelto en generaciones pasadas enviará una señal desde el inconsciente para avisarnos que tenemos tarea para hacer, que hay decisiones que tomar y ya es hora de hacernos presentes en nuestras vidas.

Con esto quiero decir que la incapacidad de cumplir uno o varios de nuestros deseos más profundos, genera síntomas de comportamientos adictivos. Puede que no seamos conscientes de ello o que tal vez lo empecemos a vislumbrar y nos hayamos dado cuenta de que una fuerza más grande a nuestro control nos impide estar presentes, amar y ser amados, disfrutar de la vida y desarrollar nuestro potencial. Puede ocurrirnos también que hayamos “fracasado” en nuestros intentos por hacerlo distinto y nos quedó una fuerte sensación de derrota. 

Un contacto desafortunado con su padre o su madre puede dejar a la persona en una búsqueda insaciable de parejas que los reemplacen y la sostenga, o a seguir buscando el contacto doloroso y encontrar parejas violentas o abandónicas.

Podríamos preguntarnos, por ejemplo: ¿por qué otorgamos a un cigarrillo, sustancia, comida, persona, actividad, dinero, Facebook, vida nocturna, vida sedentaria, eterno estudiante, amante, tristeza, trabajo, idea, rencor, mal trato, victima, violencia, soledad, etc.; el poder de manejar nuestra vida y arruinarla? ¿Dónde estoy yo? ¿Reconozco el guión en el que sumergí mi vida?

Veámoslo de este modo: los hábitos adictivos son el síntoma de un vacío o carencia. ¿Qué es lo que realmente falta en nuestras vidas para que sigamos deseando algo que lo sustituye? Parece simple dicho así. Pero algo está sin conectar en nuestro interior, algo o alguien falta o faltó.

Abordar a través de talleres o en modalidad individual, como cada caso mejor lo requiera; el camino que lleve al consultante a una interpretación más amplia de los acontecimientos. A mirar más grande, mirar a la Vida, sin tanto espanto, con mayor humildad y asentimiento. A verlo todo con más calma, superando de este modo, el dolor que llevamos grabado en el alma desde nuestra más tierna infancia. Solo allí podemos ahondar, ordenar y asentir a lo que nos ha tocado vivir, con un sentido de trascendencia, servicio y amor incondicional.

El individuo sale de su molde de exclusividad, “esto me pasa solo a mí”, egocentrismo exaltado; para verse parte de un todo con un sentido mayor de cooperatividad, superando así el dolor de la soledad existencial.

La adicción puede resultar muy útil en la medida en que tal vez permita revelar y también superar ese dolor interior que quedó acallado, sin procesar. Es posible aprender mucho de nosotros si asumimos nuestros hábitos destructivos.

Ros Gargano.

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